“…ya no vivo yo…”

“…ya no vivo yo…” Gá. 2. 20

¿Qué milagro tan grande tiene que haber sucedido para poder escribir esto en verdad, mientras que uno aún vive en esta tierra?

¿Cómo puedo seguir pecando si yo mismo ya no vivo? ¿Cómo puede uno entonces estar enojado, ofendido, amargado, insatisfecho, desagradecido, tener algo contra alguien, robar, mentir, preocuparse, ser vanaglorioso, reñir, discutir, desanimarse, estar ofendido, ser vanidoso, orgulloso o presumido?

¡Sí, respóndeme a eso! ¿Cómo puede alguien que ya no vive hacer daño? ¡Un humano pecará mientras viva! ¿Cómo puedo reclamar algo para mí si yo mismo ya no vivo?

Si no quiero renunciar a todo y morir con Cristo, entonces tengo que seguir pecando.

Ese “…no puede pecar, porque es nacido de Dios. ” es lo mismo que: no puede pecar, porque está muerto con Cristo = porque ya no vive él mismo. (1 Jn. 3. 9).

¿Cómo no amar cuando Cristo vive en mí? Gá 2. 20. ¿Cómo puedo hacer injusticia si Cristo vive en mí?

¡Cristo y el pecado consciente no pueden estar en mí al mismo tiempo! Si Cristo está en mí, entonces el pecado estará fuera de mi corazón. Si el pecado está en mi corazón, entonces Cristo estará afuera. Esa es exactamente la razón por la que Él puede estar llamando a la puerta del corazón de las personas convertidas, como está escrito en Ap. 3. 20.

Desafortunadamente, la mayoría de las personas continúan viviendo ellas mismas, pues es cierto que la mayoría de las personas pueden cometer este y aquel pecado, incluso de vez en cuando los pecados más graves, como, por ejemplo: ¡mentir o tener a algo contra alguien!

¿Cómo puedo yo seguir defendiéndome a mí mismo y a lo propio, seguir justificándome a mí mismo, si estoy muerto?

¿Cómo puedes ser egoísta si ya no estás viviendo tú mismo? ¿Cómo puede uno estar muy interesado en los objetos de uso diario, en la ropa y en los colores agradables, si uno está muerto? ¿Y qué interés puede tener el difunto de lo que la gente diga y piense de él? Sí, ¡Respóndeme!

¿Y qué dolor puede causarme cuando alguien me hace daño en la tierra si yo mismo he muerto a esto? ¿Y qué gran alegría puede significar al difunto si recibe muchos pagos? Si, ¡Dime!

 

Nadie puede decir, con razón, que ya no se tiene una voluntad propia, pero puede ser que por la gran gracia de Dios parezca que no la tiene. ¿Cómo puedo amar las cosas que hay en el mundo cuando he muerto a ellas?

Dice en una canción: “No viva yo, no viva yo, mas tú vive en mí” ¿Será esto cierto contigo?

¡Por lo general quiere uno muchas cosas!

Un muerto, uno que ya no vive él mismo, no tiene nada más que perder, ya que de hecho se apartó de todo (apartado por la muerte).

Pero quien vive él mismo tienen mucho por cuidar. Puede salir de muchos contratiempos, sufrir muchas pérdidas y ser acosado por sus semejantes. Pero desafortunadamente todo eso no llega a perturbar su vida, como se suele afirmar. Sin embargo, él tendría la oportunidad de perderla voluntariamente.

¡Y entonces sucedería el gran milagro de que acabe con todas sus penas e innecesarios problemas! ¡Maravilloso! ¡Entonces todo habría sido una ganancia, sea de una manera o de la otra!

“…para que nosotros, estando muertos a los pecados…” (1 Pe. 2. 24). “…los que hemos muerto al pecado…”. (Ro. 6. 2). “…si habéis muerto con Cristo…” (Col. 2. 20).

¿Nunca has escuchado esto?

Ahora tenemos que preguntarnos: ¿qué es lo que se necesita para lograr este estado indescriptiblemente maravilloso? Dos cosas: En primer lugar, que uno realmente quiera morir a sí mismo y a todo lo propio. Y, en segundo lugar, una fe personal de que hemos muerto junto con Cristo cuando él murió en la cruz del Calvario. Primero, querer esto hace que uno pueda creer. Segundo, que uno crea lo hace realidad.   

 

Tu Elías Aslaksen.

 

Devotional

¿Qué crees TÚ que es lo más importante que Aslaksen desea transmitir en su mensaje “Fe en el Dios de los milagros”?

  • Yo necesito un milagro en mi vida, independientemente de cómo han sido las cosas antes
  • Hay esperanza para todos los que creen en el Dios de los milagros
  • No hay nada que sea imposible cuando tenemos a Dios de nuestro lado

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